Estoy desarrollando una teoría: Mi “maravilloso” trabajo me obliga
a levantarme a distintas horas. Una de ellas es entrando a las 7 de la mañana,
sí, ¡pedazo de madrugón! Y la otra, que no evita el madrugar pero a una hora más
humana, que me obliga a estar puntualmente a las 9 delante de mi ordenador.
Todos los días cojo el metro para desplazarme (que por
cierto, es el momento del día en el que me siento totalmente perteneciente a
este mundo) y observando a los pasajeros he llegado a la conclusión de que la
diferencia entre la gente que sube a una hora y la que lo hace a otra es
claramente visible.
Las personas que cogen el metro a las 6 de la mañana van
vestidas con ropa simple, unos vaqueros, una camiseta, una mochila y calzado cómodo
(obviamente, generalizando). Sin embargo, el escenario cambia considerablemente
cuando coges el suburbano a las 8. Pantalones elegantes, vestidos que hacen ver
unas piernas que parecen no acabar nunca, bolsos caros (o eso parece) y
colonia, mucha colonia.
Esta observación podría denotar que la gente menos
madrugadora es la que trabaja en las oficinas, si juzgamos por la manera de
vestir, mientras que los que abandonan la cama a horas más tempranas lo harían
en otros sectores, no menos importantes, pero sí diferentes. Digamos que se podría calificar como “menos cómodos”.
Llama la atención de la misma forma que ocurre algo parecido
a la hora de terminar el día. Sobre las 5 de la tarde vuelven a aparecer los
tacones y maletines, mientras a las 9 de la noche reafirman su presencia las
mochilas.
¿Qué querrá decir esto? Que cada uno juzgue por sí mismo. Parece
una comparación superficial basada en la manera de vestir de la gente, puede que lo
sea, pero seamos realistas, es algo que llama la atención.
Podríamos decir que el metro se ha convertido en una forma
diferente de desfilar. Día tras día, con un modelito distinto, hacen sus
apariciones esos de las 9. Obvia decir, que mi nueva teoría es una generalización,
desmontada por mí misma, que aunque me levante a las 7 o a las 9, siempre me
gusta arreglarme, mirarme en el cristal del metro, ponerme los cascos y sentir
que voy desfilando.
@palomaperezdiez