miércoles, 30 de mayo de 2012

Una pasarela distinta


Estoy desarrollando una teoría: Mi “maravilloso” trabajo me obliga a levantarme a distintas horas. Una de ellas es entrando a las 7 de la mañana, sí, ¡pedazo de madrugón! Y la otra, que no evita el madrugar pero a una hora más humana, que me obliga a estar puntualmente a las 9 delante de mi ordenador.

Todos los días cojo el metro para desplazarme (que por cierto, es el momento del día en el que me siento totalmente perteneciente a este mundo) y observando a los pasajeros he llegado a la conclusión de que la diferencia entre la gente que sube a una hora y la que lo hace a otra es claramente visible.

Las personas que cogen el metro a las 6 de la mañana van vestidas con ropa simple, unos vaqueros, una camiseta, una mochila y calzado cómodo (obviamente, generalizando). Sin embargo, el escenario cambia considerablemente cuando coges el suburbano a las 8. Pantalones elegantes, vestidos que hacen ver unas piernas que parecen no acabar nunca, bolsos caros (o eso parece) y colonia, mucha colonia.

Esta observación podría denotar que la gente menos madrugadora es la que trabaja en las oficinas, si juzgamos por la manera de vestir, mientras que los que abandonan la cama a horas más tempranas lo harían en otros sectores, no menos importantes, pero sí diferentes. Digamos que se podría calificar como “menos cómodos”.

Llama la atención de la misma forma que ocurre algo parecido a la hora de terminar el día. Sobre las 5 de la tarde vuelven a aparecer los tacones y maletines, mientras a las 9 de la noche reafirman su presencia las mochilas.

¿Qué querrá decir esto? Que cada uno juzgue por sí mismo. Parece una comparación superficial basada en la manera de vestir de la gente, puede que lo sea, pero seamos realistas, es algo que llama la atención.

Podríamos decir que el metro se ha convertido en una forma diferente de desfilar. Día tras día, con un modelito distinto, hacen sus apariciones esos de las 9. Obvia decir, que mi nueva teoría es una generalización, desmontada por mí misma, que aunque me levante a las 7 o a las 9, siempre me gusta arreglarme, mirarme en el cristal del metro, ponerme los cascos y sentir que voy desfilando.

@palomaperezdiez

viernes, 18 de mayo de 2012

Un mundo sólo de dos


Como bien reza el dicho: “En primavera la sangre altera”. Parece que el sol resplandeciente brillando en el cielo, los pajarillos cantando y las flores, que consiguen decorar cualquier ambiente, además, de inundarnos con un maravilloso olor, es el mejor escenario para enamorarse.

¿Por qué?, podríamos preguntarnos. ¿Qué diferencia hay entre la primavera y el invierno? También podríamos agarrarnos a la maravillosa excusa del frío que hace para que nos abracen. Es algo tan recurrido como ver una película de miedo y agarrarte fuerte excusándote en el miedo que te produce el filme.

Sin embargo, sigue siendo mucho más emocionante enamorarse en primavera. Ir al parque, pasar un rato tomando unas cañitas en una terraza, pasear por la calurosa noche madrileña o hacer una escapadita a algún río cercano se han convertido en “esos momentos” que se convierten en inolvidables.

El problema es que en pocos meses llega el verano, y pasamos de la estación para enamorarse a la estación para desmelenarse. ¿Aguantará ese (todavía) inestable amorío? ¿Será amor verdadero o simplemente se tratará de ese “estar en las nubes” pasajero?

Imposible contestar a eso. Lo importante es vivirlo y disfrutarlo, ya se verá si se convierte en algo o no. ¿Será amor verdadero? ¿Pero qué es el amor? ¿Se le puede llamar a esto amor?

Para mí el verdadero amor es aquel en el que una mujer de ochenta y un años pasa las horas sentada a los pies de la cama de su marido sin separarse ni un minuto, es darle una galleta, aunque no debería, pero hacerlo por darle un mínimo de felicidad en esos momentos.

Amar a alguien es mirar esa cara llena de arrugas y que los ojos sigan brillando como el primer día al no poder evitar dibujar una sonrisa en su rostro cada vez que la ves. Cuidarla, mimarla y saber que entre los dos habéis construido un mundo que os pertenece solo a vosotros.

Amor es perder a la persona con la que has compartido tu vida y no poder dejar de pensar en ella, mirar su foto y sentir esa necesidad de besarla a cada segundo del día, acordarse de que, en algún momento, fue completamente feliz y que esa felicidad la compartió con ella, porque esa persona era parte de su felicidad.

@palomaperezdiez