Lavarse la cara suele ser primordial, sí, seamos limpios,
pero sobre todo prácticos, es una buena forma de despejarse. Salgo a la
calle, espero varios minutos el autobús (parece que ha decidido no pasar
nunca a la misma hora) y cuando por fin llega consigo uno de esos últimos
asientos libres. “¡Toma ya!”. Pero resulta que quizá no haya sido tan
afortunada… “¿por qué siempre me toca sentarme al lado del señor que bosteza a
cada segundo y de su boca sale un olor bastante desagradable?, ¿será que ningún
señor se lava los dientes por la mañana?”. (Perdonad por lo desagradable de la
situación).
Pero bueno, hay que ser optimistas, ¡un día menos!, pienso, ¡se acerca el fin de
semana! Una vez terminado el martirio del autobús, entro en el metro, que también se ha estropeado y, después de esperar (otra vez) varios minutos, empieza lo
verdaderamente impactante para mí. Veo como varios jóvenes (¡madre mía, lo digo
como si yo ya no lo fuese!) entran con una moña bastante considerable, las
barbaridades suenan a todo volumen en el vagón, las risas y las bromas se
convierten en las protagonistas de la mañana. Abrazos y besos para despedirse
hasta septiembre, esa exaltación de la amistad que se hace extremadamente
presente cuando las copitas de más han hecho su efecto.
Salgo del metro y empiezo a pensar, pero mis meditaciones se
ven interrumpidas por otro grupo de jóvenes, que también venían de fiesta (se
veía claramente en el famoso rimel corrido y los ojos negros de las chicas). Retomo
mis pensamientos y llego a la conclusión de que ¡yo antes también era así! Salía
por las noches y al volver a casa (cuando abrían el metro) notaba como todo el
mundo me miraba pensando: “Pobre chica, sola a estas horas de la mañana y con
esa pinta, sabrá dios de donde viene”.
¿En qué momento he cambiado de acera? Antes era la
observada, ahora soy la observadora. Me gustaba esa acera, pero también me
gusta ésta (o no me queda otro remedio). Todos podemos cambiar de acera y comenzar a ver la otra como la diferente, la mala, o quizá no, quizá sea simplemente la que te toca aceptar envidiando pertenecer a la otra, pero, ¿quién asegura qué acera es la buena? Posiblemente, lo sean las dos.
@palomaperezdiez
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