martes, 31 de julio de 2012

El sexo, la octava maravilla

- ¿Qué tal con Alfredo?, ¿os habéis acostado ya?
- No te lo pienso decir, eso es algo íntimo que sólo puede quedar entre nosotros.
- Bueno, no es nada malo, tampoco tienes por qué guardarlo en secreto.
- No me gusta hablar de esos temas, ya lo sabes, así que cambiemos de conversación.
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- ¡Dios mío!, ¡Qué polvazo acabo de echar!
- ¡Qué envidia!
- Créeme, ¡el sexo no está sobrevalorado!
- No se puede comer delante de los que pasan hambre.
- Lo sé, y lo siento, pero tenía que compartirlo.

Fijémonos en la diferencia entre estos dos diálogos. En ambos conversan dos amigos sobre la noche anterior. El primero se hace susurrando y en el segundo es imposible evitar elevar la voz. En el primero no se puede ni nombrar la palabra ‘sexo’ es casi como si se tratara de ‘la palabra maldita’, sin embargo en el segundo se comparte lo vivido sin ningún tipo de miramientos.

En pleno siglo XXI el sexo sigue siendo un tabú para muchas personas, para otras es algo sucio (esto ya es una barbaridad absoluta y pensamiento perteneciente a Atapuerca), algunos creen que está sobrevalorado, sin embargo, (¡y gracias a Dios!) para muchos es insustituible, ni el chocolate puede luchar con él, sería una batalla perdida.

El otro día, comentando con un amigo nuestra ‘noche anterior’ llegamos a la conclusión de que el sexo tiene un peso u otro dependiendo de cada persona, seguimos desgranando el tema y añadimos que quizá todo el peso no caiga en la persona, sino en con qué otra persona se practica. Hasta que llegó la gran palabra: ‘Química’. Miradas, roces, besos, esa sensación previa experimentada como si tocaras el cielo, eso es lo que no es sencillo sentir, no todos los besos son iguales (metáfora), pero existe, ¡claro que sí! Podemos hacer un llamamiento para que en la RAE se reconozca una nueva definición de química, he aquí la propuesta: “Sensación que se produce entre dos personas imposible de explicar”. 

Decidimos bromear, a pesar de la situación, y sumándonos a la lista de recortes que dentro de poco dejarán de existir las reservas de papel suficiente para irlos anotando, pensamos en qué ocurriría sin nos quitaran también el sexo. ¿Os imagináis? Cada persona debería llevar una especie de chip programado para que en el mínimo momento en el que se previese un atisbo de sexo comenzara a emitir descargas para que no pudiera consumarse. "La verdad, sería una medida muy propia de un gobierno como el que tenemos", comentó mi amigo. Sólo el imaginarlo nos produjo una sensación atroz, “eso sí sería el fin del mundo”, gritamos al unísono.

Y para terminar la conversación añadimos otra nueva propuesta. ¿Sabéis cuales son las siete maravillas del mundo? El Chichén Itza en México, el Coliseo romano, el Cristo Redentor de Brasil, la gran Muralla China, las Ruinas de Machu Picchu en Perú, la Petra en Jordania y el Tal Mahal de India. Todos ellos son monumentos impresionantes convertidos en sueño. Muchos son los que aseguran llegar a emocionarse al observarlos.

Y llegado a este punto ponemos fin a la conversación con la siguiente pregunta: 
- ¿Realmente se experimentará una satisfacción plena al admirarlos? 
- Es posible, pero, ¿y esa sensación física y mental que produce el sexo?, ¿nadie lo habrá considerado para incluirlo? 
- No lo sé, si no es así, he aquí el primer voto para que así sea, tiro la primera piedra y levanto la mano.

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