miércoles, 4 de abril de 2012

Sin pecado concebido

Llegó la Semana Santa y con ella una infinidad de tradiciones. Unas, para llenar el estómago, como son las famosas torrijas, cosa que habrá que aprovechar, ya que si no se puede comer carne, por lo menos darse algún caprichito con el dulce. Luego las hay más simples y sinceras como lo son aprovechar unos días de fiesta para disfrutar de descanso, un viaje o aprovechar para hacer todas esas cosas y planes pendientes de lo que llevamos de año.

Pero sin duda la tradición que más peso tiene en la Semana Santa son las sonadas procesiones. Un sinfín de gente esperará ansiosa a que pase su virgen, santo o esa representación en la que ponen todas sus esperanzas.

Veremos mantos de vírgenes cosidos con hilo de oro, miles de flores adornando los pasos, ¡Qué suene la música! Demasiado derroche quizá. Por el momento sólo una cofradía ha anunciado que no sacará su paso para así aprovechar los 4.000 euros que se gastarían en estos días e invertirlo en tres familias que iban a ser desahuciadas.

Esto sí. He leído y escuchado innumerables noticias en las que los beatos muestran un gran disgusto ya que su paso no puede salir por la lluvia. Como todas las Semanas Santas, ésta también estará marcada por esos días lluviosos, algo, que parece que también, se ha convertido en una tradición.

Sin embargo, no deberían disgustarse, deberían haber tomado la decisión antes, cancelar la procesión para ahorrar. ¿No se supone que es el momento en el que todos tenemos que apretarnos el cinturón? Hay que predicar con el ejemplo.

No se falta el respeto a nadie. Es una tradición muy bonita, pero no para este momento. Por lo que tengo entendido, las personas religiosas practican su fe en silencio, ¿acaso es necesaria tanta parafernalia?

Las cosas no parecen cambiar. Aprovechemos entonces y no nos olvidemos de coger un poco de agua vendita. Santigüemos todo lo que ante nuestro paso se presente, a ver si así, se arregla la situación. Y si no es así, que Dios nos pille confesados.

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