lunes, 28 de marzo de 2011

Cuando el rio suena...

Se hacen llamar artistas y héroes nacionales cuando, en mi opinión, el único nombre que deben recibir son asesinos. El toreo como hoy lo conocemos se remonta a finales del siglo XVII y principios del XVIII. La tauromaquia nació en España, y se practica también en otros lugares como Portugal, Francia y en diversos países de Hispanoamérica. Las corridas de toros siempre han despertado vivas polémicas. Es conocido como un arte, pero realmente ¿es posible que se pueda denominar así? Personalmente pienso que no debería ni nombrarse, pero si hay que hacerlo de alguna manera es como una ciencia, la ciencia de la tortura. Las corrientes anti taurinas se han hecho oír. Diciendo que los toros 24 horas antes de entrar en la arena, han sido sometidos a un encierro a oscuras para que al soltarlo, la luz y los gritos de los espectadores lo aterren y trate de huir saltando las barreras. Esto produce la imagen en el público de que el toro es feroz. Le recortan los cuernos para proteger al torero, y le cuelgan sacos de arena en el cuello durante horas. Además, le golpean los testículos y los riñones. Como parece que no tienen suficiente, le provocan diarrea poniendo sulfatos en el agua para que llegue débil y desorientado al ruedo. Le untan de grasa en los ojos para dificultar su visión y le ponen una sustancia en las patas que le produce ardor. Pero dentro del mundo del toreo también hay actores secundarios. Los caballos de los picadores son aquellos que ya no tienen valor comercial. El peto que se les coloca simula que les protege, cuando en realidad se trata de ocultar las heridas que poseen en el lomo. Otro de estos actores secundarios es el picador, que entra en juego para desangrar al otro. Finalmente, y cuando deciden acabar con la tortura le clavan al toro una espada de 8cm. El toro queda paralizado y en ocasiones muere por asfixia o ahogado en su propia sangre. ¿Y todavía hay personas que lo defienden? Son cómplices que siguen una tradición cruenta que les denigra como seres humanos. Esta es una de las críticas negativas a esto que se hace llamar espectáculo. En la plaza todos podemos ver lo que pasa, pero, ¿cómo podemos saber lo que ocurre detrás? Cierto o no, cuando el río suena…


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Antonio Gala: “Y de repente el toro miró hacia mí. Con la inocencia de todos los animales reflejada en los ojos, pero también con una imploración. Era la querella contra la justicia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad”.

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